Hijo te voy a contar


Todavía me acuerdo de la cara de la rata cuando escucho que lo insultábamos. Había llegado recién a la Municipalidad de Roca en un inmenso colectivo por calle Sarmiento, con una gran comitiva entre los que se podía ver al Embajador de Italia. Cuando estaba por bajar lo vimos y empezamos a insultarlo; estábamos cerca, en la vereda del Colegio María Auxiliadora, a menos de 15 metros. Su cara mostraba estupor y algo parecido al pánico. Años después comprendí que en realidad era cinismo.

Hace un par de días al leer uno de los diarios regionales me golpeó en la cara uno de los títulos de tapa. Se trataba del despido de 102 obreros que trabajaban en una empresa minera de origen chino ubicada en  Sierra Grande. Se me vinieron a la memoria un montón de imágenes, un montón de historias. Se me juntaron un montón de emociones y mientras pensaba en la letra de Ismael Serrano “Papa cuéntame otra vez” decidí contarte esto que nunca te conté hijo mío.

No sé si sabias Santi pero el hierro en Sierra Grande fue descubierto en 1944 sin embargo no fue hasta 1969, con la creación de la empresa estatal  HIPASAM, que comenzó la explotación de la que , en su momento, fue considerada la mina de hierro más importante de Latinoamérica. En esa época trabajo tu abuelo Rodolfo, el Chueco mayor, pero en otra empresa que se llamaba HOCHTIEF y que realizo tareas de infraestructura  en la bocamina. Mi papá , tu abuelo,  llegó a Sierra Grande en el 73 y se  llevó con él a un puñado de lamarqueños que aun, hoy en día, suelo encontrar y siempre me dicen con los ojos brillosos “el Chueco me llevo a trabajar a Sierra, que lindas épocas”. Por ese entonces, cuando él  llegó, se produjo una huelga de características inesperadas para la época y que fuera el antecedente eficiente de otra gran huelga que un par de años después iba a marcar un inusitado antecedente histórico del cual se ha hablado poco. Pero en noviembre de 1973, con Rodolfo recién llegado, primero la UOCRA, el gremio de trabajadores de la construcción y más tarde AOMA, gremio de los mineros desataron una huelga en la cual iban a enfrentarse intereses que luego serian determinantes en el curso político de nuestro país. La izquierda sindical cercana a Montoneros versus la derecha sindical con orden de disciplinamiento obrero, cercana a Perón. Fueron unos cuantos días de tensiones, corridas, amenazas, petitorios y acuerdos trasgredidos. Tu abuelo recuerda como en esos primeros sucesos entre los puntos que reclamaba la UOCRA se pedía por  la reincorporación de un compañero suyo  de apellido Ruiz que se había caído al mar con un tractor y por eso había sido echado. Pero la huelga del 1975, la que vino después,  fue otra cosa; allí se dio la primer acción antisubversiva por parte del Ejercito, amparada por los cuatro decretos dictados por el Poder Ejecutivo de la República Argentina, durante ese mismo año,  y que fueron redactados durante el gobierno constitucional peronista con el fin de «neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos»  . Papá recuerda la gran agitación del momento y los dimes y diretes vividos en tiempo real sin la necesidad de la inmediatez mediática de nuestros tiempos; incluso hace poco me contaba que todavía está presente en su mente esos momentos en  que , afuera de la oficina donde él trabajaba, había francotiradores del Ejercito y cada día y a cualquier hora había que mostrar las identificaciones y que los mandos militares tomaban cualquier dependencia para usarla de acuerdo a sus fines. Nadie lo noto en ese momento pero empezaba a gestarse el golpe de Estado de 1976 que trajo la Dictadura más vil y sangrienta de nuestra historia y que además fuera, en materia económica, el conejillo de indias para la aplicación de medidas neoliberales.

También yo guardo cosas inolvidables en mi retina y en mi memoria;  las fotos de la huelga  que tu abuelo tomó con una maquina Kodak, cuya manipulación fue mi primer acercamiento a la tecnología, los viajes a Sierra Grande adonde se trasladaba toda la familia en vacaciones y con tu abuela y tus tíos podíamos pasar unos días con el jefe de familia que por cuestiones de la desocupación friccional debía pasar mucho tiempo fuera de casa y de la familia, años después supe en términos técnicos porque veía a mi papa solo cada 15 días, y aunque en esa época yo contaba con pocos años hay cosas que jamás olvidaré: la primera vez que vi una pizza en caja, cierto episodio doloroso con el cierre de un pantalón beige y la noticia de que los Reyes eran los padres, cuestión que me entere cuando apenas tenía 4 años.

Debo contarte que en 1991 el gobierno nacional de turno, a cargo del presidente Menem, decidió mediante un Decreto Presidencial cerrar HIPASAM, Hierro Patagónico , la empresa minera de Sierra Grande  siguiendo las pautas dictadas por el entonces de moda Consenso de Washington,   un listado de políticas económicas consideradas durante los años 90 por los organismos financieros internacionales y centros económicos, con sede en Washington D.C y destinadas a “corregir” las deficiencias económicas de los países tercermundistas azotados por las crisis inflacionarias y de la deuda externa. Esta receta  impactó negativamente en toda Latinoamérica barriendo con las pocas “instituciones” que quedaban del Estado de Bienestar y oprimiendo y excluyendo a millones de personas. Estas medidas de neto corte neoliberal propugnaban, entre otras cosas, un Estado mínimo y dieron ocasión al robo más grande de la historia de nuestro Estado Nacional que fue la privatización de empresas estatales negociadas a precio vil con grupos trasnacionales y operadores criollos de vieja estirpe y otros surgidos al poder económico en épocas de la dictadura con los negociados de la llamada “Patria Contratista”. En ese contexto desapareció HIPASAM y Sierra Grande se convirtió en un pueblo fantasma.

Y acá viene lo que te quiero contar Santiago, perdón si me fui un poco por las ramas; y tiene que ver con esa época de principio de los 90  cuando Menem decretó la intervención de la empresa y el cese de su producción. La ausencia de actividad y de pagos por parte de HIPASAM tuvo un fuerte impacto en Sierra Grande. Los trabajadores realizaban protestas a la vera de la ruta 3, marchaban al Congreso Nacional y se reunían con cuanto político tenían a a mano. Fue por entonces que el entonces presidente llegó a la ciudad de General Roca, acompañado del Embajador de Italia, para inaugurar unas cuadras de asfalto en Stefenelli. Por entonces yo militaba en una agrupación política en la universidad y a nuestra manera combatíamos ese gobierno que había ganado prometiendo revolución productiva y salariazo y en realidad gobernaba mediante decretos, achicaba el Estado, echaba trabajadores y sumergía al país en una crisis inconmensurable en la política, la economía, la cultura y el mundo laboral, de la cual aun hoy no podemos salir.

Cuando nos enteramos que venía Menem nos organizamos con algunos compañeros para ir a repudiarlo; sabíamos además que un grupo de obreros de HIPASAM iba a venir a acampar a la plaza que esta frente a la Municipalidad para que el presidente los atienda y les solucione de alguna manera su problema por lo que la posibilidad de expresar nuestra solidaridad con esa gente también nos motivaba; así que nos reunimos en la casa de un compañero y  fuimos temprano para el centro; era fines del invierno y estaba fresco. Los muchachos de la UOCRA regional y los obreros de HIPASAM estaban en la plaza que esta  frente a la Muni y también a la Iglesia. Algunos tocaban el redoblante, otros se calentaban en unos fuegos improvisados en tachos de 200 litros. Quisimos acercarnos a saludar pero la gente de la UOCRA local no nos dejo con el pretexto de que querían estar solos para que no se contamine el reclamo. Cuando faltaban unos minutos para que llegue Menem nos llego la noticia. Los obreros de HIPASAM levantaban el acampe y no iban a hacer ningún tipo de manifestación  porque el presidente, a través de uno de sus funcionarios, les había prometido una posible reactivación del complejo minero. No lo podíamos creer, nos cayó muy mal la información. Sabíamos que era otra mentira de Menem, un invento más, en este caso, para que no lo molesten en su llegada a General Roca. Algunos de nuestros compañeros indignados se fueron a sus casas. Nosotros nos quedamos, 5 o 6,  y nos apostamos mezclados entre la gente que había ido a esperar al presidente. Casi a las 10 de la mañana finalmente llego la comitiva, encabezada por ese riojano detestable que había llegado al poder mintiéndole a la gente y nos estaba sumiendo una cruel miseria. Solté toda mi indignación en improperios. Lo putee como nunca lo había hecho antes en mi vidacon nada ni nadie, mis compañeros también. Todavía me acuerdo de la cara de la rata cuando escucho que lo insultábamos. Había llegado recién a la Municipalidad de Roca en un inmenso colectivo  por calle Sarmiento, con una gran comitiva entre los que se podía ver al Embajador de Italia. Cuando estaba por bajar lo vimos y empezamos a insultarlo; estábamos cerca, en la vereda del Colegio María Auxiliadora, a menos de 15 metros. Su cara mostraba estupor y algo parecido al pánico. Años después comprendí que en realidad era cinismo.

Nos dimos cuenta de nuestro error cuando ya era tarde. Estábamos insultado al Presidente en medio de quienes se habían reunido para vivarlo, esos que le creían lo de la Revolución Productiva, los que deliraban pensando que era un nuevo Perón, los que estaban felices con ese patilludo que engañaba con tanta facilidad a quienes lo habían ungido presidente. Cuando nos escucharon insultar comenzaron a repudiarnos y a querernos callar, en nuestra inocente juventud quisimos hablar del ajuste, de los despedidos, de los excluidos para siempre. La respuesta fue dada en insultos primeros, luego en forcejeos y finalmente comenzaron con la agresión física. Nuestras largas cabelleras nos jugaron en contra porque  a varios compañeros los tomaron de los pelos. Un grandote de la UOCRA que tocaba el bombo me erro un manguerazo que me hubiera dejado KO; esquive unas trompadas, ayudé a zafar a mis compañeros y empezamos a irnos. Entonces nos empezaron a correr. Conmigo se las había agarrado el grandote del gremio de la construcción. Nos persiguieron tirándonos palos y puntapiés. Yo corrí por Sarmiento y doble en contramano por Tucumán y en la otra esquina doble a la izquierda por Avenida Roca y recién pare  frente al Bristol, casi llegando a las vías y me di vuelta. El tipo que me seguía había quedado en Roca y Tucumán con las manos en las rodillas, con la manguera en la mano derecha y de allá me hacía señas pero yo sabía que no me iba a seguir corriendo porque no me podía alcanzar. Me fui por las vías di unas vueltas y me encontré con un compañero, buscamos a los otros pero no los encontramos. Nos fuimos a la casa de adonde habíamos salido y de a poco fueron llegando todos, la mayoría golpeados, uno con un ojo  negro, otro había perdido el morral. Yo había salido ileso pero me dolía el alma. Nunca más hablamos del tema.

La historia que sigue es arto conocida. Menem, por lejos, fue el peor presidente democrático argentino. Dispuso la privatización de las empresas públicas que producían bienes y prestaban servicios; por ejemplo, las petroleras, las de suministro de gas, electricidad y telefonía, los ferrocarriles y el transporte aéreo, entre muchas otras. El argumento para privatizarlas era que estas empresas prestaban servicios deficientes y generaban déficit al Estado , gastos que no se podían afrontar; a eso sumale la desregulación de precios y salarios, la apertura de la importancia de bienes y del ingreso de capitales provenientes del exterior. Uno de los hits de ese nefasto gobierno fue el  Plan de Convertibilidad que redujo rápidamente la inflación heredada del gobierno de Alfonsín y por diez años el valor de la moneda argentina quedo equiparado al del dólar norteamericano. En ese entonces un peso podía cambiarse por un dólar lo que mejoro inicialmente el poder adquisitivo de los sectores altos y medios de la sociedad. Una parte de las inversiones extranjeras correspondió a empresas que modernizaron aspectos de la economía argentina, como en el caso de los medios de comunicación, la producción automotriz y la expansión de las computadoras personales.  El sector que más creció, como ocurría entonces en todo el mundo en el marco de la globalización, fue el terciario es decir comercio, finanzas y servicios.
La actividad industrial perdió importancia relativa, frente a la competencia de los productos importados. Muchas fábricas y talleres cerraron, lo que genero desocupación. Junto con las medidas económicas, el gobierno de Menem adopto políticas de flexibilidad laboral, es decir que modifico la reglamentación de los contratos de trabajo. En la administración pública se tomaron medidas de racionalización administrativa, lo que significó la reducción del personal en reparticiones estatales. El resultado de estas políticas fue mayor concentración del ingreso entre los sectores económicamente más altos, lo que hizo que aumentaran cada vez más la brecha entre los sectores ricos y más pobres de la sociedad argentina.

Con los años lo volví a ver al grandote de la UOCRA. Ahora devenido en puntero de otro fanático del achique estatal: Carlos Soria. Charlamos varias veces por cuestiones periodísticas. Siempre estuve a punto de decirle que era muy lento en los 200 mts. y que no tenía puntería con la manguera del bombo, pero bastante tenía pobre muchacho con haber sido menemista y ahora sorista. Incluso la última vez que fui a Roca me baje del colectivo y lo encontré. Está viejo y gordo. Estuve a punto de decirle que era un pelotudo, total, imagínate que si no me alcanzo hace 25 años ahora menos. Lo note vencido. Me hablo de los tiempos difíciles que se nos vienen como país, que Macri había ganado prometiendo la revolución de la alegría y que en realidad gobernaba mediante decretos, achicaba el Estado, echaba trabajadores y sumergía al país en una crisis inconmensurable en la política, la economía, la cultura y el mundo laboral.

Karl Marx en el inicio del “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” unas de sus obras más difundidas nos deja  una frase que ha quedado para la historia “…Hegel dice, en alguna parte, que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten, para decirlo de alguna manera, dos veces. Pero se olvidó de agregar: la primera, como tragedia, y la segunda, como farsa…” Si Karlitos. Aunque farsantes como Menem y Macri producen tragedias. Eso se le pasó a Hegel

Ahora los chinos que trajeron los Kirchner para reactivar la economía echaron más de 100 obreros. Dicen que serán 200 finalmente. El preventivo de crisis les permite despedirlos y pagarle solo el 50% de la indemnización. Tenemos otra vez un gobierno que, al arbitrar entre capital y trabajo, tuerce las chances a favor de los empresarios. Se vienen tiempos difíciles, tiene razón el gordo de la UOCRA como tambien teníamos razón nosotros en los 90, nada más que ahora nadie nos corre porque no hay para donde correr.

Todo esto que me golpeo en la cara me trajo tantos recuerdos. Sierra Grande, el abuelo trabajando allá, el cierre de HIPASAM, las corridas por el centro, el neoliberalismo ensañado con la minería patagónica y vos arrancando tu vida queriendo entender todo esto y sabiendo que los de las generaciones anteriores a vos, al final de la partida, no pudimos hacer nada igual que el padre de Ismael.

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Bolivar cobarde y traidor?


El escritor colombiano Evelio Rosero lo acusa de cobarde, asesino y entregador en el libro La carroza de Bolívar, que llegará al país en mayo. 

El doctor Justo Pastor Proceso López vive en Pasto, una localidad colombiana fronteriza con Ecuador. En sus ratos libres, que son muchos, piensa y piensa en Simón Bolívar. Se pregunta por qué sus congéneres aceptan verlo como un prócer, un patriota, cuando él sabe que, en realidad, fue un cobarde y un traidor. Y en ese pensar y pensar va desgranando episodios de la lucha por la independencia del norte de América del Sur. El doctor Justo Pastor Proceso López es el personaje central de La carroza de Bolívar (Tusquets), novela histórica de Evelio Rosero, que acaba de publicarse en Colombia y se estima que llegará al país en mayo. Rosero no es historiador, pero en reportajes que concedió a medios de su país sostuvo que se basó en la obra de José Rafael Sañudo, cuyas investigaciones y conclusiones acerca de Bolívar colisionan con la versión oficial. Con un estilo y un ritmo que remite, obligadamente, a Gabriel García Márquez, Rosero dota a su novela de pasajes tragicómicos y escenas costumbristas. Pero detrás, aunque siempre en primer plano, está la crítica furibunda a Simón Bolívar, el hombre que toda Sudamérica asocia con el sueño de una Patria Grande.

“Bolívar fue una personalidad extraordinaria, gran estadista, de gran cultura, un mantuano, como se denominaba a los aristócratas criollos, que tuvo la posibilidad de una formación principesca para ese entonces. Fue un visionario, porque a pesar de su ubicación social, que le permitía gozar de los beneficios de la sociedad colonial, tuvo un gran compromiso con la independencia americana”, consideró el historiador Mario “Pacho” O’Donnell, encuadrado justamente en la corriente revisionista.
Rosero –también autor de Los ejércitos (2006), ganadora de los premios Nacional de Literatura de Colombia, Tusquets de novela y del Foreign Fiction– aseguró que su propósito no fue “desmitificar a Bolívar, sólo decir la verdad”. Además de cobarde y traidor –por haber entregado a Francisco de Miranda a los españoles y por fusilar a Manuel Piar–, lo describe como un vivillo que se apropiaba de éxitos ajenos y como un hombre en extremo cruel, capaz de ordenar lo que Rosero considera “la primera gran masacre colombiana, en la Navidad de 1822, en Pasto”. Afirmaciones que, no hay razón para negarlo, provocan un molesto cosquilleo.
“Hay que tener en cuenta la violencia de las revoluciones de toda la zona, que ocasionaron más de medio millón de personas muertas. Las guerras de esa época fueron terribles, y más considerando que Bolívar declaró una ‘guerra a muerte’, que se practicó por ambos bandos. Pero la entrega de Bolívar a la causa libertadora está fuera de duda, tuvo una vida de sacrificios y de participación en batallas que incluso lo consumieron, tuvo una tremenda exposición. Es una figura universal, difícilmente pueda ser menoscabada”, reflexionó Hugo Chumbita, titular de las cátedras de Derecho Político e Historia Política Americana en la Universidad Nacional de La Matanza.
Para Rosero, Bolívar no fue el gestor de la independencia de los países del norte de América del Sur, sino “Miranda, a quien Bolívar traicionó y entregó a los españoles; Sucre, Nariño, Santander, Córdoba y, sobre todo, Manuel Piar, a quien Bolívar mandó asesinar por fusilamiento, como a Padilla”, según afirmó en una entrevista que concedió al diario español El País.
“Si tengo que elegir entre Piar y Bolívar, sin ninguna duda elijo a Piar, un pardo que traía las ideas revolucionarias de Haití, que se opuso a Bolívar representando a los sectores más humildes –señaló el historiador Fabián Harari, editor de la revista Razón y Revolución, estudioso del Río de la Plata de los siglos XVIII y XIX y de los orígenes de la burguesía argentina–. Pero Rosero mezcla personajes heterogéneos. Santander era un liberal, amante del orden. Sucre era general, sabía pelear muy bien. Pero quien diseñó la estrategia político militar de la revolución fue Bolívar. No se pueden contraponer, cumplían distintos roles. Y Miranda fue un gran intelectual, pero a medida que avanzaba la revolución, fue coincidiendo paulatinamente con la aristocracia”.
Según la novela, en la batalla de Junín, Bolívar huyó cuando creyó que la caballería estaba perdida, hacia una loma hasta “que las sombras de la noche cubrieron el campo”. Cuando el coronel Carvajal lo encontró, le informó que habían derrotado al enemigo. “No se preocupe, Libertador, la victoria es suya”, habría agregado el oficial.
“Me sorprende la acusación de cobardía –dijo O’Donnell–, sobre todo teniendo en cuenta que Bolívar era el estratega y los generales no tienen que estar expuestos a las circunstancias de una batalla. Ciertas leyes de lo militar indican que debe preservar su vida para seguir conduciendo la batalla”. El autor de El encuentro de Guayaquil –obra de teatro que estuvo en cartel cuatro años– señaló, en contraposición, “cosas extraordinarias de Bolívar, como la Carta de Jamaica, donde llama a la unidad de los países, los convoca a formar una América Grande y expone la idea de realizar un congreso, que años más tarde se concretaría en Panamá por impulso de Bernardo de Monteagudo”.
Sin embargo, el doctor Justo Pastor Proceso López se refiere a Bolívar como “el hombrecillo” y en sus elucubraciones cuenta que traicionó al general Francisco de Miranda, “jefe supremo de las fuerzas revolucionarias”, entregándolo al español Monteverde “a cambio de un salvoconducto. Ese mismo hombrecillo que era recibido en Caracas como si fuera un Napoleón”.
Para Chumbita, autor de El secreto de Yapeyú (Emecé, 2001), entre otros sobre José de San Martín, “la entrega de Miranda es uno de los reproches que pueden hacerse, está latente y es difícil de contestar, aunque Bolívar dijo que no había querido entregarlo sino detenerlo, para someterlo a juicio por presunta traición”.
O’Donnell, en cambio, cree que “sin duda es discutible. Cuando se produjo la derrota del avance patriota, Miranda negoció con Monteverde. Los que defienden a Miranda aseguran que trató de preservar al ejército revolucionario de la terrible represión de Monteverde, con vistas a una tentativa de avance que se daría más tarde. Bolívar, en cambio, lo consideró una traición. Lo apresó un día antes de que se embarcara con destino a Europa y lo entregó a los españoles, lo cual derivó en la muerte de Miranda. Sin duda, sobre Bolívar siempre pesó la sombra de esa muerte, porque Miranda fue un personaje extraordinario, había participado en varias revoluciones, entre ellas la norteamericana y la francesa. Esas contradicciones eran típicas de la época porque las situaciones eran confusas”.
El revisionismo ha ganado adeptos en estos años entre los lectores, que se gratifican de encontrar en los próceres hombres y no esfinges. Pero, dice O’Donnell, “a veces hay un revisionismo amarillo que se ocupa de descubrirles pecados a los próceres, o de inventarlos, anhelante de homosexualidad, inmoralidad o perversiones. Va al extremo opuesto de la historia oficial y resulta tan falsa como el endiosamiento”. Justamente, Rosero acusa a Bolívar de rodearse y abusar de púberes sin ningún pudor ni consideración. “Recordemos que Bolívar era caribeño –comenta el presidente del Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego–, extrovertido, gran animador de fiestas, bailarín, gran seductor. Un caribeño con todas las de la ley. Y que en aquella época las niñas eran consideradas casaderas a muy temprana edad”.
Más allá de esas cuestiones que giran alrededor de la figura de Bolívar, para Fabián Harari “hay que ver cuáles son las ideas sobre los criterios independentistas que subyacen en el cuestionamiento de Rosero. El ataque tiene que ver con una disputa más general que el costado revolucionario de Bolívar. En Colombia, Bolívar era la figura que reivindicaba el partido conservador, formado en 1837, en contraposición a la de Santander, que tomaba el partido liberal”. Sin embargo, dice el historiador, con el paso de los años y la aparición de los movimientos guerrilleros de izquierda, se produce una reivindicación de Bolívar como revolucionario, sobre todo por su acción en la etapa de reconquista, y se lo incorpora a la tradición marxista. Las guerrillas se consideran, entonces, bolivarianas, y el partido conservador cambia a Bolívar por otros patriotas más liberales. “Cuando Rosero intenta desprestigiar a Bolívar, se opone a la reivindicación de la izquierda colombiana, combate a una figura revolucionaria”, afirma Harari.
Evelio Rosero admitió, en distintos reportajes, que muchas de las opiniones que pone en boca del personaje de su novela las escuchó de niño en boca de sus mayores, todos habitantes de Pasto, donde está ambientada la obra. “Cuando hablo de la historia no hago ficción, me acojo a lo que ocurrió realmente en esa primera masacre de la historia de la república, la Navidad Negra, en 1822, cuando 400 pastusos, hombres, mujeres, niños, amanecieron muertos, a pesar de que la ciudad ya estaba indefensa”, aseveró el escritor.
Chumbita admite que “lo de Pasto es una de las contradicciones de la revolución. El movimiento popular indígena se inclinaba hacia los realistas y hubo una lucha enconada de los ‘pastosos’, como se les decía en esa época, contra las tropas revolucionarias. Tuvo un alto costo, es cierto, pero la lucha por la revolución no tenía otro camino. Los revolucionarios estaban embarcados en una causa que practicaba el terror, como en todas las revoluciones. Es un conflicto complejo, hubo muchas regiones que vivían su dependencia de las metrópolis como un agravio y se sumaron a los realistas, fue una reacción contra el egoísmo de las capitales, en ese caso Bogotá. Hoy, por suerte, hay otros caminos para resolver las diferencias políticas, en aquellos años era lucha armada”.
O’Donnell coincide con Rosero en que “Bolívar fue un hombre cruel, fusiló mucho más que San Martín, más fusilador de lo que cuenta la historia oficial. Pero Bolívar fusiló a prisioneros de batalla y en Pasto ordenó una masacre: 500 civiles, entre los que había niños y mujeres, fueron asesinados aparentemente en represalia porque la ciudad había sido esquiva a los revolucionarios. Es un costado negro, sin duda. Pero a todos los próceres se les puede reprochar cosas, incluso a San Martín. Pero en los hombres de aquellos tiempos había luces y sombras, como en todos. Lo que se cuente dependerá de si se quieren enfatizar las luces o las sombras”.
Harari coincide en que “fue una masacre y extremadamente cruel. Pero no se trata de si estamos a favor o en contra de las masacres. En la guerra las hay y San Martín también fue artífice de varias. El fondo de la cuestión es saber si la guerra, y si alguno de los bandos enfrentados, es reivindicable. Nadie defiende la violencia por la violencia misma, y sin duda el asesinato de personas debería evitarse. Hay que analizar qué fuerzas se enfrentaban y en qué contexto”.
En ese sentido, explicó que “Pasto fue el centro de la contrarrevolución, y algunos historiadores aseguran que la población era fanáticamente católica y realista. En 1813, la ciudad resistió la embestida de Nariño, a quien enviaron a España. En 1816, durante la reconquista, Bolívar envió a Sucre al sur, donde ganó la crucial batalla de Pichincha. Cuando volvía hacia el norte, pasó por Pasto, donde todavía los realistas resistían. Decidió la masacre, por orden de Bolívar, para despejar el camino de realistas”. Además, Harari señaló que, en contrapartida, podría contarse que “gracias al apoyo de Pasto a los realistas, fueron fusilados, entre otros patriotas, José Ayala, Bernardo Álvarez, Caldas, Camilo Torres, Lozano, Fruto Gutiérrez, Valenzuela, Pombo, García Royeira, Ignacio Camacho. En Bogotá fusilaron a 500, además de instaurar un verdadero pogrom campesino. Juan Zamano era el oficial realista, líder en Pasto, que tomó el gobierno de Nueva Granada para perpetuar el régimen de esclavitud y de atraso sudamericano. Reivindicar a Pasto es reivindicar la contrarrevolución. Entiendo que Rosero no es historiador, pero al no reponer el contexto está engañando, aunque no sea la intención. El contexto les da otro sentido a los hechos, y nos lleva a la pregunta central de toda esta cuestión: ¿está mal la violencia revolucionaria?”
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